Cuando la futurología encuentra la ciencia ficción: una introducción
Hace más de sesenta años, alguien imaginó que la posibilidad de leer el futuro en el presente se podía convertir en un saber. Empezó a delinear las tramas secretas de esta idea en una ciencia que en su momento tendría nombres diferentes, casi siempre apuntando al campo lingüístico de la prospectiva, pero que finalmente se llamaría “futurología”. Más allá de su nombre maravilloso (y de todas las implicaciones que trae a nuestra mente imaginar lo increíble que sería decir en la casilla de migración, cuando pregunten por la ocupación: «futurólogo»), esta ciencia cobró cada vez más importancia, al punto de que actualmente quien se encarga del área de futurología es una de las personas más influyentes en las empresas. Sin embargo, ya antes de la existencia de la futurología muchas personas habían visto esta dinámica, pero no en forma de ciencia, sino en forma de arte. Por supuesto, quienes tendrían un pie puesto en el presente y otro en el futuro, fueron los creadores y las creadoras de ciencia ficción.
A pesar de las diferentes perspectivas de cada una de estas visiones, hay algunas cosas en las cuales afortunadamente coinciden unos y otras; son puntos de contacto que hacen a futurólogas y creadores de ciencia ficción, familiares de imaginación en el campo de lo por venir. En ambos casos, lo que se busca es crear una narración, una historia en la cual podamos imaginar nuestro mundo unos cuantos años desplazados en el tiempo. Ese desplazamiento no se hace a partir del ancla del futuro, sino del hoy; observar las condiciones históricas, tecnológicas, sociales y económicas en las cuales se construye nuestro presente, se convierte en la herramienta esencial para construir el deseo, para cimentar lo que vendrá. Esta observación se hace de manera crítica y prolija, una mirada en la cual no solo se intenta abarcar el amplio espectro del mundo y las eventualidades que lo circundan, sino de advertir los problemas y dificultades que se intentan resolver aún antes de que ocurran. De cierta manera, en ambos casos se trata de construir lo que Philip Dick llama en sus cuentos “precognitores”: mutantes que pueden dar una mirada al futuro y a la oscuridad. Si en las manos de las personas que ejercen la futurología se pone el porvenir de las empresas y las novedades tecnológicas, no sería exagerado afirmar que en las manos de creadores y creadoras de ciencia ficción, descansa el porvenir de la humanidad.
Sin embargo, hay también diferencias sustanciales. Mientras en el campo de la futurología se buscan respuestas, la función inmediata de la ciencia ficción es encontrar preguntas. Esta divergencia fundamental hace que cambien los productos resultantes de cada uno de estos campos. En la futurología se buscan acciones concretas, programas específicos, caminos a seguir con un destino prefijado. En el caso de la ciencia ficción, las historias se basan en las hipótesis de mundos no existentes, en aventuras que no podrían tener lugar en el mundo real tal y como lo conocemos, en metáforas o simbolismos que sugieren y aconsejan, sin que se trace un punto de llegada en el horizonte.
En este año, la Fundación Karisma se ha retado a ponerse en el lugar de futurólogas y artistas, de creadoras y planeadores. Lejos de creer que las dos vertientes de observación del futuro son mutuamente excluyentes, decidieron observar el presente desde una mirada crítica para permitirse hacer caminos y planes, al mismo tiempo que se elaboran metáforas e hipótesis. Esta tarea, producto de un ejercicio de imaginación creativa, es el resultado de una mirada que recorre el pasado y el futuro, para plantar una bandera en el presente. En 2023 la Fundación Karisma cumple veinte años de creación; y desde el 2003, el mundo de las tecnologías digitales, la justicia social y los derechos humanos se ha transformado, y mucho. Como en todo aniversario, los pensamientos retrospectivos siempre aparecen para trazar las rutas de lo que viene; por ello, bastaba imaginar cómo eran las dinámicas veinte años atrás, para pensar en cómo será el mundo en los próximos veinte años. Fue ese ejercicio germinal para el desarrollo de una serie de posibilidades, proyectos y caminos, que no se tardaron mucho para convertirse en historias.
Convertidos en precognitores (aunque, aclaro, no se incentivó la conversión en mutantes a las personas de la fundación) los futurólogos de Karisma, devenidos en escritores, se proyectaron en un futuro posible para prevenir, augurar o señalar los retos que llegarán en los siguientes veinte años. Pero como toda trayectoria en la cual interviene la imaginación, el resultado fue la invención de mundos extrapolados en los cuales personajes, historias y universos tomaron una personalidad propia y se convirtieron en garantes de su propio destino. Al final, después de un proceso de creación de universos y elaboración de posibilidades, queda Kappa ocho: un libro donde se compilan cinco historias, resultado de esos procesos de libertad, imaginación, observación crítica y potencia de mundo.
Así, no se trata solamente de pensar en máquinas y sistemas como objetos lejanos y objetivos, sino en ver cómo se estructura ese espacio virtual y extraño que se construye entre la tecnología y quien la usa. En medio de las múltiples capas de pieles que nos recubren y que recubren a los sistemas, algo ocurre: una forma de interrelación en la cual hay elementos inenarrables que son los que configuran el futuro. Es en medio de esas capas de existencia, identidad y complejidad, que germina la posibilidad de transformar nuestra relación con la tecnología, la sociedad y la comunidad. Si nos nombramos como la capa ocho de los sistemas, es posible pensar que somos ese espacio indeterminado, esa octava dermis de identidad móvil que siempre aparece para transformar las dinámicas sólidas y convertirlas en posibilidad maleable y dinámica para ver nuestro porvenir con otros ojos. Es en el lugar de la ficción donde esta octava capa se convierte en potencia de creación; lejos de ser un error, es donde la deriva y la reconfiguración de todos los sistemas (mentales, sociales, políticos y tecnológicos) toma su lugar.
Advierto, querido lector, querida lectora: debe alistarse para transitar por las calles de mundos oscuros e iluminados, pesimistas y esperanzadores, complejos y divertidos. En Kappa ocho podremos atravesar mundos distópicos en los que las palabras son el bien más preciado, perdernos en selvas híbridas donde lo micélico y lo humano se unen para transformar el paisaje social, transitar por estaciones multidimensionales que reconstruyen las leyes y el amor, deambular por el terror ominoso de las aplicaciones digitales de control y hacer parte de una conspiración tecnológica para robar la imaginación humana. En todos los casos, varias ideas quedan flotando como una capa de sentido que nunca se acaba de asentar y que quedará dando vueltas en nuestra cotidianidad: ¿cuál es nuestra relación personal con la tecnología?, ¿cómo los avances digitales han cambiado la forma en que concebimos lo social?, ¿de qué manera podemos formar una comunidad desde lo científico? Para todos estos casos, quienes escriben han decidido inclinarse del lado de la ciencia ficción, y dejar construidas las preguntas para que sean respondidas en la lectura. Lectores y lectoras: en sus ojos se encuentran estos mundos de delicado equilibrio natural; en sus manos está cuidar de ellos, conocerlos y pensarlos, para que los veinte años por venir sean el lugar donde la futurología sea más brillante y lúcida.